Una inmensa bóveda de protección y otra más allá, en lo infinito y atascada de vida, propiciando a cada milésima celeste la reconversión de algo indiviso, cubriendo manto sobre manto el enigma del transcurso de una savia ecuménica, que solo unos pocos privilegiados lograron por siempre descubrir, admirados por ese poder, no les quedo otra que acabar portando de este modo la carga pesada de la existencia y llevándola a niveles indescriptibles e inimaginables por otros seres.
Un segundo es mucho ya que en ese transcurso de espacio puede cambiar todo. La denominada y desconocida zona de bien, se podría describir como un lugar acogedor y de reposo, un sitio oculto donde solo han tenido acceso por siempre los guardianes ecuménicos, los protectores de lo inmenso, por este motivo ellos deciden quién atraviesa la línea y quién se queda en las puertas. Solo unos pocos privilegiados meticulosamente elegidos tienen la potestad de visitar el lugar ecuménico sagrado y estos son los llamados “Heraldos”, estos mensajeros son el enlace entre las distintas zonas del universo y los guardianes, vigías de todo lo establecido tienen como misión la de dirigir el encauce lógico según la creación, momento y lugar de todo el cosmos. Pero no todo debía ser bueno, por que para que todo en su conjunto tuviese un equilibrio, se creó el lugar opuesto y oculto al paso del tiempo, sitio donde solo queda cavidad para las quimeras cegadas por el odio, y por suerte de entrada y sin retorno. ...
© Jesús Roqueta 2015 ©